Regresé después de tantos años para verte.
Nos habíamos conocido tan jóvenes y casi sin darnos cuenta
la vida había transcurrido tan rápido. Rápido para entenderla, para aprender,
para comprender que muchas veces se ganaba y tantas otras se perdía. Rápido para una visión de futuro y actuar en consecuencia, planificando nuestras
vidas. Que “siempre”
no es para “siempre”, fue la lección más importante y dolorosa.
No pude entender que no se puede actuar por impulso, que las
variables de un destino no son nunca las
mismas y que no te podía exigir que me esperaras ni que yo estuviera siempre en tu pensamiento.
mismas y que no te podía exigir que me esperaras ni que yo estuviera siempre en tu pensamiento.
Estaba muy segura de tu amor, no me cabía la posibilidad de
que me olvidaras.
Me encegueció aquella propuesta laboral en la ciudad de Nueva
York que me hizo pensar que tendría la posibilidad de dominar mi vida, mi
pasar, mi pasión por aquel puesto gerencial y cometí el absurdo de pensar que
también dominaría tus deseos de esperarme.
A veces regresaba a nuestro pueblo y nos veíamos, seguías
siendo la persona cálida y pura que conocí pero advertía que pasaban los
años y el dolor opacaba el brillo de tu mirada que tanto amaba. Año trás año, tu
mirada era más ausente y más triste.
No podía detenerme en ello, no podía pensar que yo era la
causa. Me debía a mi trabajo, a mis ambiciones, a todo lo que había soñado sin
darme cuenta que no participabas de mis sueños ni de mis expectativas de ese
momento. No podía pensar que tu tristeza era porque nuevamente me iría ni mucho
menos que sentías que conmigo se iba gran parte de tu vida. Nunca lo
mencionaste, al contrario me alentabas en mi búsqueda. Tal vez esperabas que yo
lo entendiera algún día pero no y sólo me decías que me querías...ni siquiera
mencionabas cuánto me extrañabas.
Cierta mañana, caminando por la 5ta Av. un hindú me miró con
profundidad y me dí cuenta que tenía algo importante para decirme. Lo paré, le
pregunté su nombre pero no me contestó. Su inglés si bien no era muy fluido era
comprensible. No me dijo su nombre ni me preguntó el mío... sólo me dijo que me
estaba equivocando en el camino que estaba trazando y que era demasiado tarde
para ir atrás.
No lo entendí en ese momento. Me despedí muy pronto porque
tenía una reunión de trabajo que presidía y no podía demorarme más, pero
realmente pensaba que era tan feliz con todo lo que tenía que no le presté
mucha atención. Años después lo entendería.
Cada vez más metida en mi trabajo. Ya no regresaba a verte
como antes hasta que un día tuve el impulso de sacar un pasaje de ida para
verte y luego pensar en mi regreso, no ahora, sólo vernos, hablar y disfrutar.
Estaba en una posición en la empresa que no tenía que dar explicaciones a nadie
del motivo por el que me ausentaba ni el tiempo en que estaría fuera.
Recuerdo que recorrí vidrieras y pensé en comprarme los
vestidos más bonitos. Regresaba en el mes de la primavera y el color era la
mejor opción para la época. Ví un vestido rojo y recordé cuanto te gustaba ese
color. Pensaba en peinarme con el pelo tirante y una trenza y usar algunos aros
grandes, locos, modernos. Era el look que más te gustaba que usara.
Compré tanta ropa y tantos zapatos y carteras que era lógico
pensar que mi estadía sería muy larga.
Luego de un viaje feo y complicado por el tiempo y las
tormentas, aterrizamos y no veía la hora de ver tu cara sorprendida al verte.
Esta vez no quise llamarte para avisarte.
Fui a tu casa y me atendió el jardinero. Me miró extrañado
por verme en ese lugar y porque se daba cuenta que una parte de la historia me
la había perdido.
Me invitó a tomar algo fresco y me convidó con frutas y
galletitas. Me daba cuenta que estaba incómodo aunque en realidad nunca supe si
él sabía algo de nuestras vidas.
Después de un par de horas de hablar de la gente del
pueblo, de las novedades que no eran muchas, hasta de política, se animó a
preguntar lo que yo tampoco me animaba a preguntar.
Me preguntó si buscaba a don Santiago, al decirle que sí, me
miró extrañado al comprobar que yo no sabía...no sabía qué?
"Don Santaigo viajó
a Estados Unidos, conoció a una mujer y se casó. Regresa en un mes..."
No podía creer lo que me decía, no lloré pero estaba a punto de hacerlo
y ahí en ese preciso instante recordé que hace un par de años, la última vez
que lo ví, dijo que me iría ver y recordé también al hindú que me había dicho que ya era tarde para cambiar mi
camino. En ese viaje que hizo para ir a mi encuentro, conoció a otra mujer e intentó y logró olvidarme pensando que yo nunca sería suya...un vacío sentí en mi cuerpo y en mi alma. Tantos años segura de él sin darme cuenta que no había hecho nada o muy poco por los dos...
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