Si pienso en qué aprendí del pasado, no creo que mucho ,más
aparendí de la vida, del ayer y del hoy esamblados en una colección de momentos
que viví y los que no, los perdí.
No creo que el pasado de una persona enseñe, creo en
vivencias, en recuerdos, en heridas. Es mi reacción a lo que vivo diariamente
la que forja mi carácter y mi capacidad de aceptación de que todos somos
diferentes.
Aprendo a estar calma, aquietar mi mente, aprendo a estar
más quieta sin correr ni buscar lo que tal vez nunca encontrue Aprendo a
apreciar un paisaje sin pensar más que en su color y movimiento: el éxtasis de
su paz.
Aprendo a valorar a quienes me valoran, a quienes me buscan,
a quienes son mis compañeros de ruta porque sólo con ellos quiero caminar lo que
me quede de vida. Aprendo a caminar la vida en su ritmo, a saborearla y a entender que es
finita y que por algo estamos aquí recreándola.
Cada vez que miro un paisaje, lo recreo en mi mente, en mi memoria
y en mi alma así como cada sonrisa es un gran estímulo para mi espíritu. Y escribo y vuelvo a mirar el pausaje que se ve
por mi ventana y sumo más imáges, más colores que cambian según el viento y
la luz, más calma y en cada encuentro con mi paisaje veo algo que antes no percibí...lo recreo.
Hay personas maravillosas que dejaron mucho en mi
corazón...de ellas sí aprendí y gracias a ellas tengo capacidad de amar por lo
mucho que me amaron.
Hay personas que amé y el amor terminó y hay quienes me aman
y me lo demuestran siempre.
Por estas razones, yo no sé si aprendí de mi pasado, aprendo
de mi presente y trato de ser mejor, aunque cueste. Mi presente es mío, nadie
me lo puede quitar y todas las lecciones de vida las vivo hoy, en este preciso
unstante...
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